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Distribución de una domus romana: La culina

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La culina romana era una estancia pequeña, oscura y poco ventilada donde se cocinaban los alimentos y que sustituyó al atrio como lugar donde conservar el fuego del hogar. Aquí se adoraba a Vesta, diosa del hogar, procurando mantener el fuego encendido en su honor. Junto a ella se rendía culto a los penates, espíritus protectores de la despensa, por lo que al inicio de las comidas, el pater familias lanzaba una porción de los alimentos al fuego pidiendo prosperidad.

La cocina solía ubicarse en un lugar apartado de la casa para evitar ruidos y olores desagradables y allí se acomodaban los esclavos destinados a las tareas culinarias. Generalmente se ubicaba en el atrium, aprovechando el compluvium para la salida de humos. Posteriormente se emplazó en un lugar apartado de la casa o en atrios secundarios, o a un patio, como ocurre en la Casa de los Mármoles.

Solían ser oscuras, grasientas y sin chimenea, evacuando los humos por una ventana. Se cocinaba en recipientes sobre trípodes colocados sobre brasas preparadas en fogatas que se hacían en los patios. El fogón era un banco de obra con una superficie superior plana, cubierta de losas o tejas de barro, donde se extendían las brasas. Este fogón estaba situado sobre un vano abovedado donde se almacenaba la leña y los utensilios. No pocas veces eran origen de incendios. Algunas soleras de estas estancias solían realizarse de opus signinum, formado con trozos de ladrillo o teja machacados y unidos con cal, al que se añadía aceite para crear una superficie impermeable que facilitase su limpieza.

La ausencia de fogones en muchas ciudades romanas lleva a pensar en el uso de cocinas móviles u hornillos de hierro o bronce. Ello permitiría su desplazamiento a los triclinios, para mantener los alimentos en perfecto estado hasta el momento de ser servidos. » ¿Por qué no hay en su comedor un montón de cocineros que traen sus propios hornillos con los alimentos? El lujo ha traído la moda de trasladar la cocina a la cena, para que la comida no se enfríe o no resulte lo bastante caliente para un paladar ya endurecido.» [1]

Se han encontrado restos de chimeneas adosadas a la pared o de algún focus, sitio para una fogata que se prendía en el suelo de arcilla, cerámica o piedras, y delimitado por guijarros colocados de canto.

Precisamente los rudimentarios métodos empleados al cocinar y la precariedad en el uso del fuego pudo ser el origen de los numerosos incendios que asolaron las ciudades romanas: «Nuestro solícito patrón casi se abrasa mientras asaba en el fuego unos magros tordos, pues, habíendose dispersado Vulcano, las llamas incontroladas amagaron con  lamer el techo. ¡ Podías ver entonces a unos hambrientos comensales y a unos temerosos esclavos poniendo a salvo la cena e intentando extinguir el fuego! “[2]

Este peligro ya lo preveía Columela: «Y en la parte rústica, o servil, se pondrá una cocina grande y alta, para que la madera del techo esté libre del peligro de incendiarse y para que los esclavos de la casa puedan acomodarse en ella sin problemas en cualquier época del año”.[3]

Al frente de la cocina estaba el archimagirus, que dirigía a:

  • los coqui, esclavos cocineros tenían gran responsabilidad, ya que un error significaba un bochorno para el anfitrión ante sus convidados.
  • el focarius, que cuidaba del fuego.
  • el coquarius, que cocía el pan, ya que en algunas cocinas existían pequeños hornos de pan, aunque éste solía comprarse en el pistrinum (panadería).
  • los pistores, que preparaban la harina.
  • los libarii, que preparaban las tartas y pasteles.
  • los dulciarii, que adobaban las confituras.
  • esclavos para llevar leña, fregar, etc…

En ocasiones, junto a la cocina, se situaba una latrina con lo que se aprovechaba la distribución del agua y se facilitaba la eliminación de residuos. Para lavar los cacharros se empleaba un pequeño fregadero de obra o un barreño de barro.

En próximas entradas hablaremos sobre las comidas.


Bibliografía:

http://domusromana.es/

http://www.domuspompeiana.com

http://domus-romana.blogspot.com.es/


 

[1] Séneca, Epístola, 78

[2] Horacio, sat. 1, 5

[3] Columela, «De Agricultura”, libro I